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Mindfulness y Felicidad

Se estima que el 45% de nuestro tiempo no prestamos atención a lo que hacemos, es decir, actuamos de manera automática. Según los budistas, existe la posibilidad de, a través de la atención, cultivar la felicidad.

Para ello no es ni mucho menos necesario raparse el pelo y vestir como un monje. Pero si, con ayuda de los principios meditativos, practicar la atención.

El mindfulness, acercó desde su nacimiento estos principios de la meditación tradicional budista a occidente. Brinda la posibilidad, en un marco laico y fuertemente relacionado con la psicología actual, de “servir en bandeja” una herramienta novedosa que ha demostrado a lo largo de los años ser extremadamente útil en la gestión del estrés, entre otros problemas psicoemocionales de nuestro siglo.

Una de las preguntas más frecuentes suele ser: ¿lo puede practicar todo el mundo? Rotundamente, sí. Como cualquier otro aprendizaje, debemos implicarnos y destinar algo de esfuerzo conforme avanzamos en la práctica. Pero las infinitas posibilidades de cultivar la atención plena -una de los nombres más habituales del mindfulness en español- hacen de ella una opción más que atractiva para mejorar nuestra vida.

Los budistas hablan de la compasión como la fuente de la felicidad, pero la definen de forma distinta a nosotros; para ellos la compasión es “el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento”. La connotación queda lejos de ser egoísta, de ahí que consideren que “solo el desarrollo de la compasión y el entendimiento de otros puede traer la tranquilidad y la felicidad que buscamos”.

Y ¿por qué hablamos de los budistas cuando lo que buscamos es profundizar en el conocimiento del mindfulness? Por la misma razón que no podemos hablar de la lluvia sin tener en cuenta las nubes.  El budismo es la esencia del mindfulness, y éste es su mejor adaptación a nuestra sociedad.

Quizás surja otra pregunta, si tan importante es ¿se puede aplicar esa compasión sin ser budista? De nuevo, sí. Con una serie de meditaciones guiadas y sencillas prácticas diarias, podemos, sin duda, cultivar la compasión y la atención. Y con éstas, ser más felices.

Namasté

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