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ICTUS

Se consideran enfermedades crónicas aquellas enfermedades de larga duración o progresión lenta. Las enfermedades crónicas son la causa de mortalidad más importante, siendo responsables del 63% de las muertes a nivel mundial. Por otro lado, en España, 7,5 millones de personas sufren algún tipo de enfermedad neurológica crónica (16% del total de la población española). Los servicios de neurología atienden a más de 2,2 millones de pacientes al año.

Los accidentes cerebrovasculares son uno de los mayores problemas sociosanitarios de la salud pública. Están causados por un trastorno circulatorio cerebral que altera el funcionamiento de una o varias partes del encéfalo. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España tienen una incidencia de 150 a 200 casos por 100.000 habitantes y año. Es la primera causa de muerte en mujeres y la tercera en hombres.

En 2019, se produjeron en nuestro País, 93.022 hospitalizaciones por accidentes cerebrovasculares. Aproximadamente el 75% de ellos afectan a pacientes mayores de 65 años y se ha calculado que para el 2025, aproximadamente 1.200.000 españoles habrán sobrevivido a un accidente cerebrovascular, de los cuales, más de 500.000 tendrán algún tipo de invalidez.

Las secuelas del ACV dependen del hemisferio cerebral afectado. Estos pacientes pueden tener déficits motores, alteraciones sensitivas, visuales y del lenguaje, disfagia, alteraciones psicológicas y problemas cognitivos. Existen factores de riesgo que son modificables, tales como hipertensión, diabetes, colesterol, consumo de tabaco y alcohol, vida sedentaria y obesidad, en los que podemos influir para mejorar el estado del paciente.

Esta enfermedad puede causar secuelas físicas, cognitivas y psicológicas. Esta enfermedad afecta tanto a las personas que la sufren como a sus familiares y cuidadores, obligándoles a adaptar o cambiar su vida en las actividades cotidianas. Aprender a conocerla les permite tomar consciencia de la nueva situación y ayudarles a realizar los cambios necesarios para conocer al máximo la enfermedad. Integrar a la familia del paciente desde el principio  en el proceso patológico, es fundamental para mejorar la calidad de vida de los pacientes.

La recuperación de un ACV es un reto físico y psíquico, ya que el paciente puede llegar a sufrir un cierto grado de dependencia debido a las secuelas sufridas después éste. Incorporar una rutina de cuidados le puede ayudar a prevenir y retardar ciertas complicaciones.

Debido a la discapacidad física que frecuentemente sucede tras un ACV, el/la fisioterapeuta tiene un gran papel en la recuperación de estos enfermos. No solo puede intervenir en la mejora clínica o funcional, sino también en la prevención de una recidiva. El riesgo de volver a sufrir un accidente cerebrovascular es del 10% en los primeros 90 días y del 21% a lo largo del primer año. La actividad física influye positivamente en los factores de riesgo modificables como hipertensión, masa corporal, sedentarismo, etc. Una actividad física intensa reduce en un 25% el riesgo de sufrir un ACV, mientras que una actividad moderada lo reduce en un 17%. La actividad física también afecta de manera positiva a las capacidades funcionales, la autonomía, el equilibrio y el perímetro de marcha, incrementando, por tanto, el bienestar físico y mental de los enfermos y sus cuidadores.

El ACV es una de las principales causas de discapacidad en los adultos. Los síntomas depresivos son muy frecuentes en estos pacientes debido a sus secuelas físicas y a cierto grado, variable, de dependencia que suele coexistir. Tras el ACV, la persistencia de este estado de ánimo, merma el interés o el placer por desarrollar gran parte de sus actividades, lo que afecta a su rehabilitación, impide o retarda la recuperación e influye en la vida cotidiana de sus familiares.

Conocer la enfermedad, querer avanzar, rodearse de familiares, cuidadores y profesionales sanitarios, permite a las personas afectadas ganar calidad de vida y bienestar.

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